Comentario
La profunda inquietud espiritual bajomedieval, la popularización de las doctrinas de algunos reformadores, las duras críticas a la jerarquía eclesiástica, y la conexión de las propuestas reformadoras con problemas sociales o movimientos nacionalistas van a producir soluciones de reforma que se apartan de la ortodoxia, o que ofrecen aspectos heterodoxos que atraen sobre ellas la desconfianza o, simplemente, la acción represiva de la jerarquía.
Es la respuesta heterodoxa a unas inquietudes muy generalizadas en la sociedad de la época; su heterodoxia es muchas veces fruto de la radicalidad en la exposición de críticas que muchos compartían, o de desafortunadas conexiones con problemas de índole política o social. En muchas ocasiones resulta extraordinariamente difícil distinguir la ortodoxia de algunas propuestas, de tal manera que experiencias de vida común de grupos de laicos, plenamente ortodoxas, fueron objeto de sospechas y medidas represivas; otras veces los grupos heterodoxos se confundían con las aceptadas por la jerarquía: todo ello justificó la prohibición del beguinaje, prohibido en 1311 por el Concilio de Vienne. A pesar de ello proliferaron ensayos de este tipo tanto ortodoxos como heterodoxos.
Entre estos últimos los más importantes son los "Hermanos de Libre Espíritu", un movimiento minoritario pero que responde bien a las ansias de perfección espiritual de algunas personas. Radicalmente pobres, indiferentes al sexo, y duramente opuestos a la jerarquía, mezclan en un conjunto doctrinal, no expuesto armónicamente, ideas panteístas, gnósticas y maniqueas. Por su adecuación a las demandas de la época contaminaron muchas de las iniciativas laicas de reforma; por su falta de organización y lo difuso de sus doctrinas, su represión y localización fueron muy complejas.
Debates doctrinales o disciplinarios aparentemente resueltos continuaron, sin embargo, planteando problemas, especialmente al conectar con movimientos de resistencia a la jerarquía. Tal es el caso de los grupos de valdenses que, aunque muy disminuidos, habían sobrevivido a la persecución inquisitorial; su importancia es muy pequeña, aunque su ejemplo de pobreza conecte muy bien con los sectores más radicales del franciscanismo.
Los espirituales franciscanos parecían derrotados tras la abdicación de Celestino V y las medidas coercitivas adoptadas por Bonifacio VIII; sin embargo, añadieron un elemento de tensión al difícil pontificado de este Papa. La conexión de sectores espirituales con el milenarismo joaquinita dio nuevo impulso a sectores que se lanzaron hacia la heterodoxia y la subversión social -los apostólicos de Gerardo Segarelli o de Fra Dolcino de Novara- suscitando la represión de la jerarquía. Por el momento, los espirituales suman sus fuerzas a las de Luis de Baviera en su enfrentamiento con Juan XXII.
Sometido el emperador, la mayor parte de los espirituales se reintegraron a la disciplina, constituyendo el sector más radical de los observantes franciscanos; sin embargo, algunos otros, como los fratricelli, radicalizaron sus posturas y su predicación antijerárquica, proliferando sobre todo en Italia, en particular gracias a las complicaciones derivadas del Cisma y al agitado panorama político italiano.
Martín V adoptará medidas represivas contra estos grupos, especialmente desde 1428; además fueron perseguidos por los observantes franciscanos que deseaban distanciar convenientemente su postura de pobreza radical, pero dentro de la disciplina de la orden, de la heterodoxia antijerárquica de aquellas.
Especial importancia por la repercusión de sus doctrinas tuvieron las figuras de John Wyclif y de Juan Hus.
John Wyclif nace hacia 1524, en el condado de York; cursa estudios en Oxford, se ordena sacerdote y obtiene varios beneficios eclesiásticos de los que permaneció ausente durante toda su vida, lo que no impidió sus fuertes críticas contra los clérigos absentistas y acumuladores de beneficios. Sus doctrinas, no expuestas en un conjunto sistemático, aparecen con cierta oscuridad; sin embargo, tuvieron una gran influencia.
Esta influencia se debe esencialmente al ambiente político en que le tocó vivir: el enfrentamiento franco-inglés y la postura francófila del Pontificado aviñonés hicieron muy populares sus ataques al Pontificado; sus propuestas acerca del derecho de los laicos a intervenir en la vida de la Iglesia fueron muy bien aceptadas por su protector, Juan de Gante, duque de Lancaster, tutor de Ricardo II y permanente aspirante al trono castellano.
Para Wyclif, sólo Dios tiene el dominio sobre el universo, ya que él es su creador; únicamente la adecuación de la voluntad del hombre a la de Dios justifica la posesión de bienes, de forma que sólo los justos poseen legítimamente. Distingue entre jerarquía e Iglesia de los predestinados, los que han recibido la gracia de Dios, los justos, únicos a quienes corresponde el derecho de posesión. El pecado original, que ha dañado radicalmente al hombre, hace necesaria la ley civil, vigente para clérigos y laicos.
La jerarquía eclesiástica, el Papa en primer lugar, no tienen autoridad, ya que pueden no ser predestinados; el único elemento de certeza es la Escritura, que los fieles deben conocer e interpretar personalmente, lo que requiere la traducción de la Biblia a los idiomas vulgares. En cuanto a los sacramentos, carecen de todo valor, salvo el simbólico, al igual que las indulgencias. La doble elección de 1378 y los escandalosos acontecimientos que la siguen tuvieron importancia decisiva en la radicalización de las posturas de Wyclif contra el Papado.
Las ideas expuestas por Wyclif fueron denunciadas ya ante Gregorio XI que condenó 19 proposiciones heréticas, muy relacionadas con Ockham y con Marsilio de Padua. La violenta respuesta de Wyclif defendía el derecho del poder político para actuar contra los eclesiásticos que no actuarán con fines espirituales, y criticaba las actuaciones temporalistas del Pontificado que demostraban que no se hallaba entre el número de los predestinados. El comienzo del Cisma reforzó sus críticas y pareció demostrar lo ajustado de las mismas.
Son de estos años las afirmaciones más radicales de Wyclif, lanzado hacia una heterodoxia de casi imposible rectificación; es ahora cuando niega la transubstanciación, el carácter sacrificial de la misa, y el valor del sacramento de la penitencia, y cuando expone su pensamiento más radical sobre la predestinación y acerca de la incapacidad del hombre para merecer y de la Iglesia para enseñar.
Esa radicalización causó preocupación en la propia Corte, donde Wyclif contaba con sus principales apoyos. La revuelta de 1381, que Wyclif no apoyó, manejó, sin embargo, algunas de las ideas de éste respecto a la propiedad y sobre la justicia de desposeer a quienes detentan los bienes; esto contribuyó a acentuar el temor a sus ideas y a las consecuencias de tales ideas.
En 1382, el arzobispo de Canterbury presentó las obras de Wyclif ante un sínodo que halló heréticas 24 proposiciones contenidas en las mismas; la propia universidad de Oxford, en la persona de su canciller, ratificó la condena. La condena universal y solemne sería promulgada por el Concilio de Constanza sobre 45 proposiciones.
Las ideas de Wyclif le sobrevivieron y aún tuvieron influencia después de su condena en Constanza, aun quizá más que en vida de su autor, aunque en muchas ocasiones distorsionadas. También le sobrevivió la organización de sacerdotes pobres o "lollardos", predicadores ambulantes ganados por las ideas de Wyclif, fácilmente asimilables con los agitadores sociales que conmueven a Inglaterra en 1381, 1414 y 1431; es difícil valorar la participación efectiva de estos predicadores en los citados movimientos, pero parece fuera de toda duda la deuda ideológica de estos con el radical reformador.
Ese arsenal ideológico que contenía las ideas de Wyclif hizo que los "lollardos" fueran considerados como un peligro para la estabilidad social y, por ello, objeto de una fuerte represión; debido a ello, las ideas de Wyclif tuvieron muy poca influencia en Inglaterra y mayor en otros puntos de Europa, aunque otros movimientos religiosos revolucionarios posteriores están muy relacionados con él.
Juan Hus pasará por ser uno de los principales discípulos de Wyclif; aunque realmente no lo fue, muchas de las ideas expuestas por Hus coincidían con las de Wyclif, especialmente en lo referente a las críticas a la jerarquía. El ambiente social y político checo tendría decisiva importancia en la evolución y repercusión de las ideas de Hus, cuyas formas radicales serían también de funestas consecuencias para el.
Hus y sus predicaciones definen la orientación de un movimiento de Reforma que ya había sido iniciado, y son el cauce y ocasión de que se manifiesten un nacionalismo checo antigermano y una tensión social de carácter revolucionario
La Reforma se había iniciado en el reinado de Carlos IV, con el objetivo de mejorar el nivel moral del clero y del pueblo, y una proximidad mayor de éste a la doctrina y a los sacramentos. En tomo al arzobispo de Praga se formó un núcleo de predicadores en checo, fórmula de aproximación de la doctrina al pueblo, también de manifestación de un nacionalismo checo; entre aquellos clérigos alguno difundía ideas heréticas: negación de la comunión de los santos, de la transubstanciación; se propugnaba, además, una reforma a fondo de la Iglesia, despojándola de sus bienes y de parte de la estructura jerárquica, es decir, se trataba de volver al cristianismo primitivo.
En 1391 se funda la capilla de Belén, destinada a agrupar a esos predicadores en checo, germen de la Reforma. En ella era admitido, como predicador, Juan Hus, en 1402; sus predicaciones, perfectamente encuadrables en la línea de la "devotio moderna", deslizaban la idea de que la Iglesia verdadera era la de los predestinados. Para muchos de sus oyentes, entre quienes era muy popular Wyclif, las predicaciones de Hus eran identificables con las propuestas por el reformador inglés, aunque el checo nunca se consideró su discípulo.
Sin embargo, en 1403, cuando ante la universidad de Praga fueron juzgadas las doctrinas de Wyclif, a propuesta de un maestro alemán, Hus actuó como defensor; no importa que no compartiese las tesis heréticas de aquél, -su defensa se basó esencialmente en que se atribuían al maestro inglés ideas que no eran suyas- para que fuese considerado, en el futuro, como su más estrecho discípulo.
La disputa fue la ocasión para plantear abiertamente la situación de la universidad de Praga, gobernada por la minoría alemana; cuando los maestros alemanes se negaron a secundar la iniciativa de Wenceslao de una sustracción general de obediencia a los dos Papas, tras el fracaso de la "via conventionis", el soberano checo decidió terminar con la hegemonía alemana en Praga. Hus fue elegido rector de la universidad: los maestros alemanes desplazados de Praga serán quienes presenten a Hus como el más peligroso de los herejes.
El tenso ambiente de Praga y los excesos verbales de Hus, especialmente en sus predicaciones contra Juan XXIII, cuando éste ordena la predicación de la Cruzada contra Ladislao de Nápoles, proporcionan las primeras afirmaciones claramente heréticas: el Papado no es necesario, es falible, la verdadera Iglesia es la de los predestinados, las indulgencias son un negocio criminal, etc. Estas predicaciones suscitan una reacción, incluso en la capilla de Belén, que produce el destierro de Hus durante dos años, en los que ahondara en sus proposiciones heréticas.
Sin quererlo, Hus aparecía como expresión del wyclifismo, y como cabeza del nacionalismo checo y de la tensión social. En el Concilio de Constanza, al que acudió bajo salvoconducto imperial, su condena estaba decidida por unos conciliaristas que querían distanciar claramente su postura de la de los reformadores heterodoxos. Tenía su apoyo en Segismundo y en Juan XXIII, que únicamente consideraba inaceptables las ideas de Hus sobre el Primado; el alejamiento temporal de aquel del Concilio, y la destitución del Papa fueron fatales para Hus, que fue ejecutado en Constanza el 6 de julio de 1415.
La muerte de Hus constituye el inicio de la revuelta checa; un arreglo pacífico de la misma, una vez concluido el Concilio de Constanza, se revela imposible. Cuando, en 1419, fallece Wenceslao, y Segismundo, a quien las husitas consideran responsable de la muerte de Hus, reclama la Corona checa, los revolucionarios se apoderan de Praga, instalan un nuevo régimen de gobierno y, en distintos grados, se oponen al soberano alemán.
Contra los checos se estrellarán todos los intentos de fuerza realizados por el rey de romanos en 1421 y 1422, y varias cruzadas, la última de las cuales, en 1431, dirige el cardenal Julián Cesarini, ya entonces presidente designado del recién convocado Concilio de Basilea.
Durante la guerra se consolidan los procesos revolucionarios que dan curso a todas las ideas que están surgiendo en torno al husismo, desde los más moderados hasta los "taboritas". La reacción a esos excesos, por parte del husismo moderado, permite la apertura de negociaciones en el seno del Concilio de Basilea, que también sirven para causar la alarma de Eugenio IV y constituirse en causa próxima de la ruptura entre Papa y Concilio.